Queridos viatores:

Agradezco la oportunidad de poder compartir con la comunidad internacional mi perspectiva y experiencia personal sobre el significado y el valor de la vida religiosa viatoriana. A lo largo de mi formación, la vida religiosa viatoriana -nuestra identidad, misión y vida comunitaria- ha sido un tema de conversación constante con mis hermanos viatores de Estados Unidos. En 2017, un grupo plurigeneracional de viatores religiosos de Arlington Heights y Chicago comenzamos a dialogar intensamente y con regularidad sobre nuestras experiencias y perspectivas personales en el campo de la vida religiosa viatoriana. El P. Dan Hall, provincial de EE.UU., se inspiró en nuestro diálogo continuado para organizar debates regionales sobre el significado y el valor de los consejos evangélicos. Descubrí que la diversidad de experiencias, de puntos de vista y visiones sobre la vida religiosa viatoriana era algo muy enriquecedor y me animé a reflexionar y rezar profundamente sobre mi vocación como religioso viator.

H. Peter Lamick

El 12 de junio de 2019, mi profesión perpetua fue sobre todo una respuesta a mi experiencia del amor de Dios, y un deseo de amar a Jesucristo y al pueblo de Dios de una manera absoluta y total. Con espíritu de agradecimiento por el don del carisma viatoriano, me comprometí definitivamente con nuestra comunidad y misión. El carisma Viatoriano ha sido una realidad viva y dinámica en mi vida desde que era alumno en la Escuela Secundaria de San Viator (2003-2007), y especialmente durante los últimos 6 años.

Puedo ilustrar mejor el significado y el valor de la vida religiosa viatoriana con las experiencias personales de vida y de servicio que he compartido con mis hermanos. Mis años de formación cambiaron y profundizaron radicalmente mi relación con Jesucristo. Mis hermanos me iniciaron a una relación personal con Jesucristo y me mostraron cómo nutrir y profundizar esta relación. Los consejos y el apoyo de mis hermanos ha sido una parte esencial de mi crecimiento y desarrollo espiritual. El hermano Michael Gosch, el padre Corey Brost y el hermano John Eustice me abrieron los ojospara encontrar a Cristo en aquellos que cuentan poco, especialmente los inmigrantes que buscan refugio en Estados Unidos

H. Peter con su cohermano, el H. John Eustice

Mis experiencias en los hogares para jóvenes no acompañados y solicitantes de asilo de Chicago me hicieron consciente de la urgencia y el valor de llevar el amor de Dios a los menos privilegiados y más abandonados de nuestro mundo; y del inseparable vínculo entre el mandamiento de Dios de amar al prójimo y de defender la justicia. Con la ayuda de mis hermanos, mis experiencias apostólicas con jóvenes y adultos marginados por nuestro mundo han cultivado mi más profundo deseo de vivir una vida centrada en el Evangelio. Mis relaciones con los Viatores jubilados que viven en el Province Center en Arlington Heights también han tenido un profundo impacto en mi crecimiento personal y en mi compromiso con la misión viatoriana.

Durante mi noviciado, establecí muchas relaciones con diversos Viatores que compartieron conmigo su vocación viatoriana, sus experiencias en la misión y los cambios y desarrollos que han tenido lugar en la vida religiosa viatoriana. Cada día tuve el privilegio de escuchar sus testimonios. El difunto Padre Robert Erickson, el Padre Frank White y el Hermano Leo Ryan me hablaron con pasión y alegría sobre sus vidas como Viatores y estaban orgullosos de la tradición y la herencia viatoriana que contribuyeron a construir. Su experiencia de toda una vida de misión en colegios de secundaria y post-secundaria y en parroquias me dio una idea de la diversidad y de la amplitud de la misión viatoriana. El apoyo y el testimonio de muchos Viatores con experiencia me ha permitido apreciar la importancia y el impacto de la misión viatoriana, y ha intensificado mi deseo de seguir construyendo sobre el legado de generaciones de Viatores.

Cuando era alumno en la Escuela Secundaria de San Viator, el Hermano Michael Gosch y el difunto Hermano Robert Ruhl me enseñaron la literatura; fueron excelentes profesores que me proporcionaron una estimulante experiencia de aprendizaje. A pesar de la excelencia de estos dos testigos, nunca había pensado en enseñar antes de empezar el pre-noviciado. Al principio, me idea central era principalmente hacerme sacerdote. Como pre-novicio, di clases a varios alumnos y trabajé en el Campus Ministry de la Escuela Secundaria San Viator durante un semestre. Me di cuenta de que mis experiencias en clase y el trabajo con los alumnos me aportaban gran alegría.

H. Peter enseña historia en Cristo Rey St. Viator en Las Vegas.

Mi vida de oración fortaleció mis experiencias de trabajo: empecé a sentir que Dios me llamaba a enseñar. Mi experiencia en el noviciado profundizó mi sentido de responsabilidad y compromiso para continuar la tradición de la educación viatoriana. También he sido profesor y entrenador de fútbol y baloncesto en la Escuela Secundaria San Viator durante los últimos dos años; y hoy me preparo para enseñar religión en los grados 9 y 10 en la Escuela Secundaria Cristo Rey- San Viator en Las Vegas, Nevada.

H. Peter Lamick clasifica las donaciones de alimentos con H. John Eustice, H. Michael Gosch y el P. Corey Brost.

Los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia proporcionan una estructura y una forma a mi vida que facilita mi deseo de amar a Dios y al pueblo de Dios de manera total. El voto de pobreza me llama primero a reconocer que mi vida no me pertenece: pertenece a Dios y al mundo. La pobreza en sí misma es un mal que aflige a nuestro mundo. Algunos religiosos nos piden que reemplacemos esta palabra con algo diferente. Para mí, la palabra pobreza está relacionada con la «cruz». Cristo transformó un símbolo del mal en un símbolo de esperanza. Ciertamente, es humillante profesar la pobreza porque no soy y nunca seré verdaderamente pobre, pero creo que tal es el caso. Así como Jesús me invita a «tomar mi cruz», como religioso nunca debo olvidar a los pobres, oprimidos y rechazados de nuestro mundo. La pobreza me llama a la solidaridad radical y a la fraternidad con aquellos que el mundo ha desechado.

H. Peter entrenó fútbol de primer año antes de dejar la escuela secundaria de San Viator.

El voto de castidad orienta mi capacidad y deseo de amar hacia los demás con desinterés: amar a los demás sin distinción y sin exigencias. La castidad me da la libertad de esforzarme por vivir en solidaridad y fraternidad con los demás, especialmente con los más abandonados. El voto de castidad es el espejo de la Encarnación: una expresión del amor de Dios y del deseo de vivir en comunión con la humanidad. Para mí, la castidad me invita a ser los ojos, los oídos y el corazón de Dios en el mundo. La oración es esencial: cada día me esfuerzo por estar en comunión con Dios, y me abro a la misericordia y el amor de Dios. Sin embargo, el voto de castidad también implica una dimensión de sacrificio. He hecho un pacto que implica la ofrenda total de mi vida a Dios y al mundo.

El voto de obediencia me lleva a escuchar profundamente a Dios, al mundo y a la comunidad viatoriana. Me llama a estar presente y a participar en nuestra vida comunitaria. Me lleva a compartir mi vida con mis hermanos de comunidad y a escuchar atentamente la sabiduría y los consejos de mis hermanos. Para mí, el discernimiento nunca es un proceso privado. Por otro lado, estoy llamado a compartir los frutos de mi discernimiento personal con mis hermanos: poner mis ideas y deseos en manos de mis hermanos. La obediencia implica también una cierta fragilidad que me impulsa a confiar mi vida a mis hermanos y a ganar su confianza, para que ellos me confíen la suya.

La Comunidad Viatoriana me permite llevar una vida centrada en el Evangelio que es una fuente constante de novedad y alegría. La vida religiosa viatoriana es exigente; requiere un compromiso total para vivir en comunión con Dios y el mundo. Mi vida está moldeada por los valores de solidaridad y fraternidad en múltiples niveles: mis relaciones con mis hermanos, con la gente a la que sirvo y con Dios. El carisma Viatoriano sigue alimentando mis más profundos deseos y me ha llevado en particular a educar a los jóvenes que no tienen acceso a una educación de calidad ni a la formación en la fe. Estoy orgulloso de ser un viator religioso y de continuar la tradición construida por generaciones de viatores. En conclusión, el significado y el valor de mi vida, nuestra vida religiosa viatoriana está en el corazón mismo del Dios-Trinidad.

En el Padre Louis Querbes y San Viator,
H. Peter Lamick, CSV
Adorado y amado sea Jesús